La crisis de valores que actualmente vive la juventud salvadoreña es el producto de una larga cadena de factores que parten de la época del conflicto bélico que desangró nuestro país en la década de los años ochenta.
Escrito por Guido Miguel Castro.19 de Septiembre. Tomado de La Prensa Gráfica.
La violencia, la desintegración familiar, el bombardeo ideológico, el consumismo, la crisis educativa y la importación de antivalores a través de los medios de comunicación social, especialmente de internet, han favorecido el hecho que los jóvenes cambien los antiguos valores por nuevas formas de visión de la vida, que nos han llevado al estado de crisis social que estamos viviendo y que encuentra su máxima expresión en el fenómeno de las pandillas.
La generosidad ha sido sustituida por el egoísmo, el respeto a los mayores por la rebeldía irracional, la belleza por la fealdad, la perfección por la mediocridad, el patriotismo se ha reducido al apoyo a la selección nacional de fútbol. No existe respeto por los símbolos del patriotismo, el servicio se considera ridiculez y Dios está reservado únicamente para los momentos de emergencia nacional; el hogar es considerado por los jóvenes un lugar para pernoctar y casi nadie quiere iniciar una familia. El escultismo bajo el modelo original de Lord Baden Powell ofrece una opción real de rescate de los principios y valores que deben orientar la vida de los mejores hijos de El Salvador.
Parte de tres principios básicos: Dios, Patria y Hogar. Tres pilares sobre los que se construye cualquier tejido social: el hombre que cree y ama a Dios, que se siente parte de una Nación de la que se siente parte y defiende, y un hogar en cuyo seno se desarrolla y aprende el amor y la responsabilidad.
La promesa del explorador dice textualmente: “Prometo por mi honor, hacer cuanto de mi dependa, por cumplir mis deberes para con Dios y la Patria, ayudar al prójimo en toda circunstancia y cumplir fielmente la Ley del Explorador”.
La práctica de los deberes para con la Patria forman en nuestras filas a los ciudadanos del futuro, a los verdaderos patriotas, dispuestos a construir una sociedad mejor, a vivir la democracia, a defender a la Patria si es necesario con la ofrenda de la propia vida, a construir una sociedad más justa y más humana, a favorecer y practicar la convivencia pacífica y trabajar por dejar este mundo en mejores condiciones de las que lo encontramos, según el deseo de nuestro fundador.
Todo lo anterior es parte de la vivencia normal del sistema de patrullas en la que se organiza la práctica del escultismo entre los jóvenes exploradores: Cada patrulla elige democráticamente a un guía que se encarga de dirigir diligentemente a la patrulla; cada reunión se inicia y se finaliza con la invocación a Dios y los honores a la Bandera Nacional, incluida la Oración a la Bandera del Explorador: “...A Ti juramos lealtad perenne, honor y sacrificio, y velar, y aun morir, por que ondees perpetuamente, sobre una Patria digna”; aprendemos, comprendemos y practicamos el servicio a los demás con la práctica diaria de la Buena Obra; solucionamos nuestras diferencias de manera pacífica a través de la Corte de Honor o Reunión de Barras Blancas y como tropas de exploradores buscamos trabajar por el mejoramiento de nuestras comunidades.
La práctica de estos valores democráticos y patrióticos va poco a poco construyendo, en la intimidad de los grupos de exploradores, verdaderos hombres de bien para la construcción de un futuro de paz para El Salvador.
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