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2010/09/22

Co Latino-Contra viento y marea (1) | 22 de Septiembre de 2010 | DiarioCoLatino.com - Más de un Siglo de Credibilidad

 René Martínez Pineda.22 de Septiembre. Tomado de Diario Co Latino.
(Coordinador General del M-PROUES)
Estas quinientas sesenta y tres mil siete palabras y setenta mil ciento dos comas escritas, hasta hoy, son mi sangre que transpira; son con las que no he prestidigitado nada notable; son mi gente como eco radial; el molde del azar en que pernocto; mi pena sin gloria; mi discurso de aceptación del reto pendiente.
Creí que, al llegar al quinientos, la cabalística me pondría fatuo, como devaluado colonizador español; desahuciado, como pobrísimo paciente de hospital público; resignado, como pelón de hospicio convertido en el original Fantôme de l’Opéra que busca la atención colectiva. El sentir es otro, sin embargo; volver por el charral del cerro que antes era trinchera, y hoy es una esquina de la muerte pavimentada con propaganda falsa: “capitalinos, por aquí pasará el metrobús”; “a más salario mínimo menos extorsiones”.
Excusa cachimbona esta oscuridad salinosa, sentirla en la cara como retratista ciega, y que la cárcava, perros jiotosos, libros viejos y cortinas de humo moralistas o delictivas vuelvan, cual golpe de Estado a mi conciencia, a ordenarse en mi desorden, sin vengarse de la minifalda de mi negligencia. No creí que el reloj fuera un verdugo silencioso que nos abate en segundos, en recuerdos, pero, huérfanos de él, somos intocables. Como habrán notado, éste es un modo poco sutil de no entrar en el asunto que me convoca, de posponer la colisión entre el quinientos y yo… y entonces recuerdo cómo pospuse mi regreso del exilio subjetivo.
Es una hazaña regresar de semejante ausencia, toparse a quemarropa con el país que es el mismo sin ser igual, oír sus cosechas íntimas, su código trinario, su bullicio de magia y ladridos historiográficos, y uno que otro romancero pipil y pericos pasando que me dejan sin palabras, como si unos labios de fuego cegaran mi boca. Algo muta en mi dédalo íntimo, como si brazas velaran mi sangre o me sorprendieran desnudo y con la mano agitada… yo esperaba que una luna con sol reventara mis dudas, mis rastros de pecado social, y sin embargo no era luna soleada, eran brazas lloviéndome por dentro como verdad rota en su átomo, y eso se debe a que el país de las maravillas que amo, no retribuye mi amor como me gusta, y entonces, continuo amándolo sin tratar de que cambie su flor nacional.
Es una epopeya volver de tantos recuerdos. Aquí está el pueblo abierto de par en par, como quebrada sin río, pero que aún es quebrada; con rigor cuento lo que ya no está –la luz eléctrica, la Manyula, los buscaniguas, el teleférico, el cine Apolo, el colón, las pupusas de la 5 de noviembre, los coyoles en miel, los circos con olor a aserrín, el teléfono público, el tobogán- y no me da pena enternecerme cuando veo a mi hijo resolver una ecuación con dos incógnitas.
Voy llorando la ausencia de diosas milenarias en el plato de los niños y tropiezo con el silencio; avanzo sin parar; vuelvo sobre mis pasos; tomo otra senda hacia el mismo faro, aunque me pierda… pero, perderse es lo más humano que hay, si se endereza a tiempo el pie izquierdo; perderse caminando fue lo que nos hizo humanos. Por años renuncié a escribir; por las noches perdí palabras, gerundios, trasloques, frutos, raíces, pero volví a hacerlo, y eso fue tan fabuloso como regresar de repente y hallar una comitiva de bienvenida de los hinchas del Barcelona. A veces estoy tentado a volver al caracol, a borrar el diccionario. En ciertas ocasiones, el silencio es el mejor ruido; otras, es un punto íntimo donde los otros nosotros comparten, compartimos, falsas proteínas y maíz envenenado. Por eso, voy de beso en palabra con preguntas extrañas. Algo nos ha marcado para toda la corta de café y para toda la pepena de remesas; el estar aquí de los unos, el no estar acá de los otros, y aunque manoseemos las leyes, un soborno es siempre una estafa.
Algunos, como yo, llevan consigo sus ruinas y su violinista en el tejado. La alegría del escrutinio de la historia es parsimoniosa ajustando cuentas. Cada patriota descalzo es un sin-patria; cada niño con uniforme y refrigerio es un hombre-esperanza; cada revolucionario mudo es un sin-sueños: la pared que quedó sin la foto del Che después del sismo de 1989; el almanaque Bristol aterido en sus hojas empapadas de aguas negras y voces blancas. Hay quienes aún miran hacia arriba para tocar estrellas… otros, los mal conversos, modernizaron su amuleto, lo limaron, barnizaron y alzaron en una caja de cautela impositiva para evitar que la glándula mayor segregue coraje… por eso a nadie le queda un tic de delirio futurista. Sin embargo, volver del exilio interno es alcanforante, porque es un lujo volver a los afectos de carne y hueso… y aunque estamos ojerudos, arrugados, achacosos, con la motricidad gruesa desnivelada, también tenemos más parábolas, reliquias, vestigios, huellas… y aún nos encienden las imágenes sencillas. Reconozco que es más grande lo olvidado que lo recordado, lo domesticado que lo salvaje; somos pocos los que aún recordamos lo que fuimos; habrá que tomar té verde; habrá que ponernos el estetoscopio colectivo en el lugar exacto y ponernos frente al espejo, empezando con lo mensurable, siguiendo con el “sí, pero ya le cuesta”; y aterrizar en los espolones de la conciencia, saber que estamos vivos a las tres de la tarde en punto, listos para otra lucha desigual con el arbitraje en contra, y agitar esa vida como si estuviéramos pidiendo auxilio en un naufragio.
Al volver del exilio subjetivo, mis preguntas retóricas: ¿desde cuándo los que ponen patas arriba a Robin Hood son sujetos históricos? ¿dónde están los torturadores y ladrones perfumados de ayer?... porque no quiero hablar más de tortura y robo, no porque los olvide, sino porque recuerdo que trata de sangres sublimes que nadie vengará… para no asustar la paz jurídica que exigen las empresas que no respetan los derechos laborales. Entiendo… pero, dónde están los torturadores, ladrones, cobardes y masacradores fluviales. Muchos lograron huir con rumbo conocido; algunos dicen que están remordidos los pobrecitos, y por eso se hicieron bíblicos; o regados en Miami, en la Asamblea, en una embajada, en un ministerio, en la United Nations enseñando a los pre-tiranos de los paisitos que “la democracia con sangre entra, hijos de puta”; y que “uno más uno es diez mil”, cuando se trata de elecciones libres o de hurtar pensiones. Son doctorados sobre el suplicio básico como superlativo de democracia.

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Editorial

Un revolucionario sistema de salud
Entre el escepticismo de los críticos de izquierda –pues no es toda la izquierda-, y la rabia de la derecha neoliberal, el Presidente de la República, Mauricio Funes, bajo la dirección de la Ministra de Salud, María Isabel Rodríguez, oficializó, el lunes, la reforma a la salud.

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1 comentario:

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