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2010/08/17

LPG-La crítica y la superstición

 La democracia nace con la modernidad cuando el argumento de autoridad es sustituido por el juicio crítico. Cuando el cálculo científico se impone a los arcanos de la magia y de la fe en lo que toca a la explicación de los fenómenos sociales y naturales. Cuando Leonardo Da Vinci, René Descartes y Francisco María Voltaire descreen de las vagarosas profecías y exigen datos mesurables con precisión matemática. En una palabra, cuando la razón desplaza a la superstición.

Escrito por Geovani Galeas.17 de Agosto. Tomado de La Prensa Gráfica. 

 

La crítica aparece entonces como el fundamento y al mismo tiempo como la sangre de la democracia. Esa es su virtud incuestionable. Cuando cesa la crítica también cesa la democracia y comienza otra vez el silencio disfrazado del griterío de los fanáticos. Es decir, recomienza la dictadura. Aunque no pocos ilustres pensadores han opinado que la crítica es también de modo fatal el veneno de la democracia. En todo caso, la crítica es el resultado de la información y del análisis metódico de la misma.

En nuestro país, la crítica nos indica con creciente evidencia fundada en datos objetivos que la clase política en general, y las dirigencias partidarias en particular, están por tocar fondo en su propio desprestigio, debido a lo que la población percibe como una combinación de ineficacia y venalidad. No hay retórica capaz de ocultar la ausencia de efectividad y de transparencia en la gestión pública, puesto que ambos extremos son sistemáticamente expuestos por la crítica.

Por supuesto, no podemos pasar por alto que el solo ejercicio libre de la crítica es ya en sí mismo un factor que prueba la vigencia de un cierto nivel de democracia. Pero también indica que para los salvadoreños ese nivel ya no es suficiente. Cuando se es libre y se conquistan derechos, es natural que se aspire a volver más efectivos y amplios los alcances de los mismos. Lo que ahora está en cuestión es la calidad de nuestra democracia y su expresión objetiva en la calidad de nuestras vidas.

ARENA estuvo en el poder durante veinte años gracias a lo que hizo bien, y pagó con derrota, división y postración todo lo que hizo mal a lo largo de ese periodo. El turno es ahora del FMLN. ARENA intentó justificar sus errores alegando veinte años de sabotaje comunista. El FMLN achaca hoy su incapacidad a veinte años de desastre administrativo de los areneros. Ambos argumentos pueden servir para la discusión eterna entre los dos partidos, pero en nada resuelven los problemas concretos de la gente.

Por eso es que una vez que el electorado ha perdido el miedo a la alternancia, y comprueba con desconcierto que, ya en posesión de poder y privilegios, los representantes y los dirigentes del FMLN no hacen ninguna diferencia y solo ofrecen más de lo mismo (buena y licenciosa vida a costa del presupuesto nacional), el tiempo político tiende a comprimirse y ya se discute en forma abierta la necesidad de otro cambio.

La experiencia debería demostrarnos que no basta con cambiar a los inquilinos de la casa del poder, y que es mucho más importante reformar y fortificar los fundamentos y las estructuras de esa casa. Pero mientras que la crítica que se basa en la razón aconseja lo segundo, la superstición que se alimenta de la ignorancia y de la mera insatisfacción apunta hacia lo primero.

Lo recomendable es empeñarnos en un esfuerzo conjunto y sistemático por perfeccionar nuestro sistema político y por garantizar la fiscalización de nuestros representantes, obligándolos por ley a la rendición de cuentas. Lo absurdo es la pretensión de sustituir a los políticos por sacerdote católico o pastor evangélico repentinamente iluminados. La crítica crea ciudadanía consciente, la superstición solo produce rebaños dóciles.

La crítica y la superstición

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