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2010/07/17

Co Latino-Violencia vs. Escatología | 15 de Julio de 2010 | DiarioCoLatino.com - Más de un Siglo de Credibilidad

17 de Julio. Tomado de Diario Co Latino.

Somos seres sociales por naturaleza, es lógico que expandiéndose un tipo determinado de
comportamiento, este se convierta en un fenómeno social, de allí que del delincuente pasemos a las bandas organizadas, al crimen organizado (más alto nivel) y ello represente un grave problema social, generando violencia, la cual nunca ha estado ajena a nuestra sociedad.
Es así que la violencia socialmente, se ha convertido en una unidad de información subconsciente que hace dirimir sus problemas por la vía violenta, actuando bajo diferentes estímulos y en diversas circunstancias, romper con esta cadena es un asunto complejo y que requiere quizás más de dos generaciones.
En El Salvador las causas estructurales de la violencia son precisamente la distorsión, ineficacia y parcialidad de la justicia, la exclusión social, la corrupción convertida a estas alturas en una proyección cultural y un método de hacer política, y la expansión del gran crimen organizado que nos ha contaminado gravemente. Todas estas causas tienen en la base un modelo económico impuesto, que ha fracasado y que por lo tanto, profundiza sus taras, creando una especie de pantano en el cual cada vez que desesperados chapoteamos, nos hundimos más.
Es claro que a estas alturas aún no se entiende el origen del problema de la violencia criminal desatada en nuestra sociedad. Seguimos siendo efectistas y en más de una ocasión reaccionamos ideológicamente (cuando no de forma histérica) frente a actos sangrientos y brutales, como el del 20 de junio. Así, queremos trasladar un problema social y político, al ámbito religioso que enfoca las cosas del más allá.
Se ha dicho que Dante usó el Infierno, el Purgatorio y el Paraíso para premiar y castigar a quienes según él, eran de su mayor o menor agrado, lo que en todo caso es una licencia que puede permitírsele a un poeta, ¿no? Pero que ciertos diputados pretendan justificar su baja capacidad de conducir el Estado queriendo trasladar sus deberes a Dios al reducir la compleja problemática social a una simplificación maníquea,  es absurdo y extravagante.
Generalmente las religiones, sobre todo aquellas que guardan oculta una estructura medieval, han sido usadas para someter e infundir temor a un poder que nadie puede ver y que unos pocos dicen representar, cuyos valores casi siempre, sustentan arquetipos farisaicos que pretenden ser perpetuos. Hay un propósito de utilizar la Devoción para “amansar” y someter a los pueblos.
La historia constata que pocas veces se ha sublimado la Fe para desarrollar y liberar las mentes como lo hiciera aquél, mitad mito mitad hombre que llamaron Mesías y los pocos que han seguido su ejemplo. Pero tampoco olvidemos, que en nombre de las religiones se han cometido crímenes horrendos y se incita a la violencia de pueblos contra pueblos. No hay entonces mucha moral para usar de escudo la religión frente a un problema que tiene diferentes y complejas causas, absolutamente humanas y objetivas.
Para la sociedad y el Estado aún cuando deben de garantizar la libertad de pensamiento y culto, el problema principal es cómo mejorar la capacidad de gobernar y generar valores que defiendan la vida. No obstante, a raíz de la profundización de la exclusión, los conflictos internos, la corrupción, el debilitamiento del Estado tras veinte años de neoliberalismo, y sobre todo la desvalorización del ser humano, las cúpulas políticas enfrentan una desconfianza y un cinismo social pocas veces vistas, que tiene a la base un serio problema cultural de ética, justicia y democracia.
En lo que respecta a la construcción de un nuevo país, el más importante cambio de los requeridos para gobernar es hacer realidad la igualdad (de derechos, obligaciones y oportunidades), desarrollando concepciones y acciones que enaltezcan y proporcionen bienestar al ser humano, como objetivo principal y  fundamento para la toma de decisiones. De lo contrario los conflictos internos, la marginación y la desvalorización de la persona se profundizarán y las pocas oportunidades de consolidar nuestra sociedad se perderán en esa vorágine. La tranquilidad y el bienestar del ser humano deben convertirse en la principal fuerza motora y en la consideración primordial a la hora de establecer las políticas de gobierno.
La relación entre la acción de gobernar del Estado y la cultura política es indisoluble, por lo que podemos inferir que la sociedad  puede y debe ejercer influencia para lograr que los valores humanos sean tomados en cuenta por los que gobiernan y estos deben cumplir con su papel clave en la educación social sobre el respeto a la igualdad y a la vida.
La deontología debe ir más allá del oportunismo, pues no es suficiente sostener una idea de moralidad si al final de cuentas lo que produce “hechos” éticos, son las acciones. Actualmente los neoliberales subliman los valores de los negocios atreviéndose a pregonar el fin de las ideologías –como si no fuera ideológico afirmar que ya no hay ideologías- mientras los resultados muestran a las sociedades cada día más fragmentadas y violentas. Sostienen que los negocios son más efectivos que el Estado por lo que las funciones de éste deben ser transferidas al mercado, dejando que los gobiernos se ocupen de sus asuntos como si se tratara de “cuestiones de negocios”. Estas opiniones están desencaminadas y minan la calidad de gobernar debilitando el sentido de la ética y el deber político.
Los imperativos categóricos de la sociedad salvadoreña deberían desarrollarse y adoptarse como una “dimensión legal y estructural” de las aspiraciones humanas más sensibles y con ellas empezar a construir el nuevo Estado democrático popular.
Muchos expertos establecen la tipología de la desigualdad especialmente en la distribución del poder y la riqueza nacional, la cual se entiende como “violencia estructural” ya que está vinculada a la estructura social del país. Científicos y estudiosos señalan como ejemplo de violencia estructural un sistema dónde se excluye y explota a las mayorías, profundizando la desigualdad de todo tipo. Así, cuando la igualdad surge cómo valor político la realidad de desigualdad se percibe cómo una violencia intolerable.
La «reestructuración» de la economía, el comercio y las finanzas en un mundo dominado por el neoliberalismo ha provocado la globalización del crimen. Mientras los sistemas estatales se desmoronan bajo el peso de la crisis financiera, el crimen organizado comienza a jugar un papel dominante en la economía y la política de los estados, a la vez que aprovecha la desregulación del sistema financiero internacional para «lavar» su dinero mal habido. El crimen se ha transformado, de esa forma, en parte integrante del sistema económico internacional, con trascendentales consecuencias sociales, económicas y geopolíticas.
Las  reglas del juego en El Salvador, siguen estando pautadas por una clase dominante dedicada a enriquecerse y modernizarse, olvidándose de que el acceso a la educación, la salud, la vivienda digna y la vigencia de la justicia y la libertad, brindan satisfacción y estabilidad. Cuando esto es precario, se produce un desequilibrio entre aspiraciones y previsiones, engendrándose frustración, insatisfacción social y agresividad. Si a este contexto, agregamos la indetenible expansión del alto crimen organizado (armas ilícitas, drogas y trata de personas) que ha contaminado al Estado y al mercado, tendremos un cóctel explosivo de alto poder.
El Estado no puede creer (ni sostener) que la salida es sentarse a orar, hay que actuar con inteligencia y audacia. Edificar una mejor democracia es impulsar un mayor poder de decisión del pueblo soberano en los actos de gobierno, y para ello crear instrumentos que le permitan opinar y en algunos casos, decidir sobre cuestiones trascendentes. Estos planteamientos son para las oligarquías y sus aliados, una agresión a sus intereses omnímodos, que están dispuestos a desbaratar con métodos traicioneros y terroristas, en nombre de su  sacro santa libertad de mercado.
Sólo quienes temen perder sus privilegios y exorbitantes fortunas de sospechoso origen, temen por ejemplo a la efectividad del Estado, a la claridad política del pueblo y a sus efectos vinculantes. La extrema derecha, con su careta “de oposición progresista”, sus eslóganes violentos e insultantes, su soberbia inveterada y sus apetencias de poder abusivo son los más recalcitrantes enemigos de la democracia, la justicia y la equidad, aliados con centristas y liberales de dudosa reputación y adiposas fortunas. Es de sospechar que si algo les asusta será rendir cuentas cuando acabe la impunidad.

Violencia vs. Escatología | 15 de Julio de 2010 | DiarioCoLatino.com - Más de un Siglo de Credibilidad

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