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2010/05/14

LPG-El ISSS está enfermo, señor presidente

Es posible que muchas empleadas domésticas estén en mejor situación que otras trabajadoras salvadoreñas, ya que generalmente reciben techo, lecho, comida, lavado de ropa y una remuneración que vino creciendo conforme se reducía la oferta de servicios en el hogar. Primero fueron “las cortas de café”, después las fábricas, las maquilas, los restaurantes y bares, farmacias, hoteles y otras empresas de servicios quienes les ofrecieron trabajos de mayor estatus o mejor pagados, hasta llegar a una marcada escasez de personal para las casas. Esto y la dolarización han puesto sus salarios actuales muy por arriba de donde se encontraban en la época del colón. La ley del mercado las ha favorecido y eso está bien, aunque las vuelve incosteables para familias de menores recursos, cuyos miembros trabajan afuera y ahora se ven obligados a hacer también las labores del hogar.

Escrito por Sigfrido Munés.14 de Mayo. Tomado de La Prensa Gráfica. 

Es cierto que las empleadas domésticas han permanecido “olvidadas”, excepto en los casos de patronos que las han dotado de seguridad social por iniciativa propia. Así, el gobierno ha decidido incorporarlas al ISSS, lo que supone por adelantado que las deficiencias de este van a ser superadas pronto. ¡Enhorabuena!

Veamos someramente la situación médica actual del instituto, que es sostenido con las cuotas de patronos y trabajadores. Un alto porcentaje de su presupuesto se destina a salarios y administración, dejándole sin fondos para atender adecuadamente a los asegurados. Un paciente con una afección cardíaca puede recibir su cita para dentro de cuatro meses, es decir, cuando ya no la necesite. El sistema computarizado no falla: las consultas van en orden a la capacidad de atención de los médicos y como la demanda excede con mucho a la capacidad física de estos y a las instalaciones disponibles, las citas se van haciendo cada vez más lejanas. Si esto es así al presente, ¿cómo sería aumentando en 100 mil los derechohabientes?

Cuando al paciente le llegó por fin el día de su consulta, tiene que resignarse a la atención no siempre amable de los empleados del ISSS, enredados en su telaraña burocrática, y quienes parecen ignorar que gracias a esos enfermos, en su mayoría personas humildes, cuentan ellos con un trabajo seguro y bien remunerado.

Después de la consulta el enfermo se va a la farmacia y a su casa o es internado en un hospital, donde puede permanecer “olvidado” en un pasillo esperando una cama, dado que los nosocomios no las tienen en la cantidad correspondiente a la demanda. Si le tocó ir a la farmacia o farmacias de la institución, puede que sí o puede que no tengan los medicamentos que le han prescrito. Quizás en un 30% de los casos no los hay, lo que quiere decir que si para el paciente son imprescindibles, tendrá que ir a pagar lo que sea a una farmacia privada.

Según lo dicen los mismos médicos del Seguro, sus hospitales y clínicas están altamente contaminados. Esto significa que un paciente puede contraer allí la dolencia que le llevará a la tumba. Para reducir significativa y permanentemente estos índices de contaminación, el instituto carece de los fondos necesarios.

A tiros y empujones, el ISSS salva vidas (tiene excelentes médicos y equipos), cura enfermos y es una institución imprescindible para la salud de los salvadoreños, pero tiene insuficiencias a veces intolerables para el actual número de sus afiliados, quienes pagan por sus servicios. Pagan todos, incluidos los pensionados.

Con más asegurados, si no cambian las cosas, la institución será más ineficiente, en perjuicio de los que ya están y de las domésticas que llegarán a compartir el reparto de los dolores...

El ISSS está enfermo, señor presidente

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