Comentarios mas recientes

2010/05/10

EDH-La Cultura de la Vida a lo largo de la historia

 Escrito por Luis Fernández Cuervo.10 de Mayo. Tomado de El Diario de Hoy.

(Primera parte)

Frente a la Cultura de la Muerte, poderosa en recursos políticos y económicos, que se impone por la fuerza con campañas millonarias y chantajes de ideas y de personas, se alza la Cultura de la Vida, aparentemente débil, sostenida sobre todo por su amor a la verdad y a las personas humanas.

La Cultura de la Vida nace del asombro, la admiración, la indagación de la inteligencia y el respeto por la naturaleza y por la vida. Existe esa cultura, al menos en germen, en toda persona que se maravilla y se alegra al contemplar el mundo que le rodea y cuanto en él hay de belleza, de bien y de misterio.

La Cultura de la Vida se asoma con respeto y admiración a cuanto encuentra a su alrededor y pronto descubre, volviendo la mirada sobre las persona humanas, que no somos sólo carne y materia física, sino que hay en todo humano algo muy superior, un aliento divino que le permite ir conociendo cómo son las cosas, lo que es verdad y lo que es bueno, y elegir libremente medios y fines para su propia vida, porque es cultura de espíritu y de libertad.

Las poblaciones humanas primitivas descubren que poseen espíritu cuando entierran a sus muertos con alimentos, bebidas y armas. Ese es el mensaje que nos dejan: el fallecido no ha muerto; su alma ha emprendido un viaje y por eso, ingenuamente, se le provee de medios de nutrición, de defensa y de caza.

Las culturas primitivas mezclan sus intuiciones espirituales verdaderas con elementos espúreos que oscurecen o distorsionan la verdad, envolviendo el conjunto en los mitos. Serán los grandes filósofos de la Grecia Clásica los que se atreven a separar la luz de la razón de los mitos religiosos existentes. Los dioses mitológicos van cediendo así su lugar al Ser Absoluto, el Único, el Acto Puro.

Un pequeño pueblo de pastores nómadas, Israel, insignificante dentro de las grandes culturas babilónicas y egipcias, aporta sin embargo un elemento decisivo a la cultura de la vida: Jahveh, El que Es. Ya no adoran ídolos divinizados, imágenes materiales, a veces zoomórficas. Todo eso es falsedad. Existe un solo Dios, creador de todo el universo y que otorga a Israel un Decálogo moral, universal y para siempre.

Pero tanto en Grecia como en Israel, los grandes hallazgos filosóficos y religiosos pronto se oscurecen, se ensucian, se traicionan. El espíritu humano, como dijo Platón, es un auriga que va guiando un carro tirado por dos caballos: uno blanco, que tira del carro hacia arriba, hacia el cielo, y otro caballo, negro, que tira del conjunto hacia abajo, hacia el suelo.

Entonces Dios se apiada del estado de la humanidad y entra, en el espacio y en el tiempo, y en tierras de Israel: Jesucristo. Con él nace el Cristianismo y la Cultura de la Vida encuentra su centro, su fuerza sobrenatural, su rumbo definitivo y su destino ultraterreno.

Es propio de la Cultura de la Vida, ya hecha Cristianismo, el signo de la Cruz, signo de contradicción y de escándalo para muchos, pero también signo matemático (+) de suma, de integración, de inclusión; no de división ni de muerte. Por eso en su desarrollo a partir del judaísmo, no destruye ni desprecia lo mejor del judaísmo ni de las grandes culturas imperantes: la griega y la romana. Es propia de ella la humildad espiritual. Por eso al asumir la cultura grecolatina, en todo lo que encierra de verdad, confesará que "somos enanos encima de los hombros de gigantes, por eso vemos más". Pero también es propio de esta nueva Cultura de la Vida purificar el amor y la justicia, desterrar de ellas el odio y la lujuria y herir, de muerte, a la esclavitud y a la opresión por motivos raciales o sexuales.

Los enemigos del Cristianismo, cuando la critican, olvidan que no es algo impuesto por la fuerza ni logrado en su totalidad. Es sólo un fermento que va actuando, poco a poco, a lo largo de la historia y dentro de las distintas culturas, saneándolas de sus impurezas y realzando lo mejor de ellas mismas. No abolirá de golpe la esclavitud, tardará siglos en hacerlo y todavía, en nuestro tiempo, lucha, pacíficamente, contra nuevas formas de esa lacra social.

En la cumbre cristiana de la Edad Media, la mujer adquiere un poder y unas libertades negadas anteriormente y vueltas a perder, con el Renacimiento, hasta nuestros días. Poder femenino medieval no sólo espiritual, sino también cultural, político y económico. Asombra pensar ahora en el poder político de Leonor de Aquitania, en el poder eclesiástico y territorial de algunas abadesas, como la de las Huelgas en Burgos (España), o en la influencia decisiva sobre el Papa de Santa Brígida y Santa Catalina de Siena.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Comentarios que incluyan ofensas o amenazas no se publicaran.