Escrito por Orlando de Sola W. 22 de Mayo. Tomado de Diario Co Latino.
A raíz de lo dicho por el Vicepresidente Sánchez Cerén el Día del Trabajo, el Socialismo ha vuelto a la palestra. “Yo les quiero decir a todos los sectores empresariales… No le debemos tener miedo al Socialismo”, manifestó el mandatario. Pero, ¿Qué es el Socialismo?
Una de las definiciones más conocidas es: un sistema de organización social en que los factores de producción, tierra, capital y trabajo, están en manos del Estado. Pero, ¿qué es estado? Y, ¿cuáles son los factores de producción?
Durante siglos se nos ha dicho que tierra, capital y trabajo son los factores de producción, pero yo prefiero llamarlos personas, recursos y bienes, para evitar confusiones.
Vistos desde esa perspectiva, los factores de producción (personas, recursos y bienes) no deben estar en manos de nadie, sino de todos, porque el estado somos todos, no sólo los burócratas en el gobierno, o los “sectores empresariales” a que se refirió el Vice Presidente.
El estado somos pueblo, gobierno y territorio, siendo el estado superior al gobierno, cuya burocracia no debe controlar los factores de producción. Los nombres tradicionales de los factores de producción, tierra, capital y trabajo, reflejan una confusión semántica y deben ser reemplazados por personas, recursos y bienes, en ese orden, para dar más importancia a las personas que a los recursos naturales y a las máquinas, o bienes de producción.
Una vez superada esa confusión, heredada por Carlos Marx de David Ricardo, un economista anterior, es posible superar otras confusiones, como el capitalismo, cuyo origen etimológico es cáput, o cabeza en latín, no un estamento social, o modo de producción.
Las máquinas, o capital, como le llaman los economistas a los bienes de producción, son los instrumentos que nos permiten multiplicar nuestra fuerza física, o intelectual.
Esas máquinas, o bienes de producción, son parte importante del proceso productivo, que quedaría limitado si tuviéramos que depender solamente de nuestro esfuerzo físico.
No son suficientes nuestros brazos, piernas, o espaldas, como tampoco es suficiente nuestra cabeza. Son imprescindibles las máquinas, o bienes de producción, para que nuestro sistema productivo, diferente al que existía en la edad media, pueda funcionar.
Desde que inventaron la máquina de vapor, el motor de combustión interna, la turbina y otros bienes de producción, el mundo ha cambiado mucho. Cuando Carlos Marx llegó a Inglaterra, en la segunda mitad del siglo XIX, la revolución industrial estaba en su inicio. Pero ese mundo, tan bien descrito por Carlos Dickens, el novelista contemporáneo de Marx, era muy distinto al de ahora. Ha cambiado tanto que debemos redefinir el socialismo y el capitalismo de cara al cibernético presente.
Para El Salvador y la mayor parte de Repúblicas Hispanoamericanas, lo que conocemos como capitalismo es, en realidad, una variante del mercantilismo, el sistema que prevaleció en la época de las monarquías absolutas. El mercantilismo fue trasladado a América Hispana por la colonización, pero, a pesar de las repúblicas, sobrevive por razones culturales.
El socialismo y el capitalismo deben ser redefinidos en términos de la relación entre factores de producción, que dejan de ser tierra, capital y trabajo, para convertirse en personas, recursos y bienes, puesto que estos últimos reflejan mejor la realidad, no sólo en lo económico, sino en lo político y social.
Las personas debemos ser el centro de actividad económica, política y social, relegando las cosas y los servicios, o trabajo, a lo secundario.
Las personas cobramos verdadero valor en sociedad, no en aislamiento. Pero la sociedad debe estar organizada con respeto a derechos fundamentales, como la vida, la libertad y la propiedad, que son anteriores y superiores a las leyes.
Ninguno de éstos derechos, o prohibiciones, es absoluto. Pero debemos defenderlos como individuos y como sociedad, para vivir en paz, sin conflictos de clase, de raza, o de partido.
La política no es el fútbol. Y las guerras no son producto de virtudes, sino de vicios, que no se superan con leyes, muchas veces en conflicto con la verdad, la justicia y la libertad.
Los vicios, de acuerdo a la tradición greco-romana-judeo-cristiana, son: pereza, ira, envidia, codicia, avaricia, gula y lujuria. Siendo las virtudes: fe, esperanza, caridad; prudencia, justicia, fortaleza y templanza. La más importante es la caridad, no en el sentido de limosna, sino de amor, que es la fuente de fe y esperanza.
Aunque no toda la humanidad está organizada bajo esa tradición greco-romana-judeo-cristiana, las virtudes son importantes para cualquier grupo humano organizado, desde la familia hasta el estado.
Si el socialismo puede evitar ésos vicios, respetando el derecho a la vida, la libertad y la propiedad, no veo por qué temerle. Y si el capitalismo, o neo-mercantilismo, irrespeta esos derechos fundamentales, hay razón para temerle, aunque el temor no es un sentimiento positivo, como tampoco la pereza, el odio y la envidia.
El temor se vence con amor. Y el sudor no es lo que da valor a las cosas, o servicios, sino el aprecio que les tenemos. La teoría del valor trabajo, o del valor sudor, no es tan acertada como la teoría subjetiva del valor, o teoría del valor amor, que la irá sustituyendo.
La teoría del valor sudor confunde a socialistas y capitalistas por igual. Contradice el valor amor, o aprecio que tenemos por las cosas y por el trabajo y el tiempo de las personas. El problema es que esas teorías equivocadas, como la del valor trabajo y su secuela, la de la plusvalía, la de la explotación y la de la lucha de clases, no nos permiten reconocer el trabajo como vencer la pereza y el amor como saber escuchar.
Temerle al socialismo es razonable, si éste conlleva sacrificios humanos, injusticias y falsedades. Pero temerle al capitalismo, o neo mercantilismo, también es razonable, si hace lo mismo.
Decidamos, entonces, cuál es el sendero menos engañoso evitando las trampas semánticas del pasado.
¿Qué es el Socialismo? | 21 de Mayo de 2010 | DiarioCoLatino.com - Más de un Siglo de Credibilidad
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