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2010/05/19

Co Latino-Gallina que come huevos… (3) | 19 de Mayo de 2010 | DiarioCoLatino.com - Más de un Siglo de Credibilidad

Escrito por René Martínez Pineda(Coordinador General del M-PROUES).19 de Mayo. Tomado de Diario Co Latino.

En la democracia capitalista, con la participación amorfa o trivial de las masas –para que no sean movimiento social- se busca su manipulación ideológica en favor de determinados políticos o proyecto de clase, y, por eso, los partidos de derecha –ARENA, PCN, PDC y GANA, en El Salvador- hablan de “favorecer a las mayorías populares”, aunque el proyecto que defienden provoca el efecto contrario.
En ocasiones, la manipulación inicia con la formación de grupos de presión que, si nos descuidamos, terminan reproduciendo la cultura política de súbdito de inicios del siglo XX, signada por la vigencia de partidos patronímicos que, lógicamente, le dieron vida al caudillismo que culminó en tiranías.
En tal manipulación, los medios de comunicación burgueses son el espacio eficaz para formar –de acuerdo con intereses privados, no necesariamente explícitos- la opinión pública, en cuanto opinión de clase tutelada (opinión pública de lo privado), la cual descansa en el aspecto práctico-emotivo de la política, o sea en el populismo retórico que, por definición, es un antídoto de la política revolucionaria.
Por ello, en los sistemas políticos multipartidistas, los partidos se enfrentan entre sí -aunque juren lo contrario- unánimemente huérfanos de principios, pues, lo que sus dirigentes quieren es seguir a toda costa en los cargos, y eso los hace transar con quienes la historia define como carceleros de la historia, haciendo caer en la ilegitimidad la estructura burocrática de la política (el gobierno) y defraudando al pueblo, cuyo poder se menosprecia porque está depreciado por la manipulación ideológica. En tal sentido, los partidos son instancias cazadoras de empleos, donaciones y votos, cuyos programas –firmes, como hojuelas del día de los difuntos- son redactados para cada elección, y de ahí que se tenga planes de gobierno, pero no de nación, y por ello terminan cediendo ante el gran capital, que tiene un plan de nación que es la fotocopia de su plan de clase.
Un presidente latinoamericano, pongamos un caso, si emigra de su referente partidario se convierte –desde la óptica sociológica- en un presidente inconstitucional, ya que al separarse de él se separa del programa que lo llevó al poder. En la misma situación caen, pongamos otro, el alcalde o el diputadito que cambian de partido por las mismas razones. Tratar de definir esos flujos y contraflujos migratorios de los políticos es, sin embargo, una batalla perdida, ya que no hay analogías lo suficientemente hirientes u obscenas en ningún lado. Por tal razón, los políticos –no las bases- son cortados por el patrón que mejor se ajuste en el momento de las elecciones.
Por lo anterior, la democracia capitalista tiene un perfil burocrático –maquinaria electoral y laboral- que es la única opción para contar con “líderes eficientes” que respondan “eficientemente” al sistema. Así, más allá de la capacidad neuronal, todos los políticos terminan sirviéndole al sistema, y los partidos siendo el espacio donde se basa el valor intrínseco de la democracia, y ese es un deliberado error democrático, tan garrafal como perverso.
Desde la lógica revolucionaria, debe haber plena libertad de organización y pensamiento, para que de ella resulte la formación de líderes políticos históricos, que tengan un hondo sentido de responsabilidad no mediada por un salario. Pero, al perder la senda de la política revolucionaria, la democracia se constituye, de facto, en una “maquinaria político-electoral”, y el político en un oloroso profesional escalafonado que está estructurado-justificado sobre la base de la propaganda feroz, que no de sus competencias y honor.
Entonces, se gesta la más insalvable paradoja de la democracia capitalista en los países pobres: Tenemos muchos políticos, pero no tenemos cultura política democrática; tenemos muchos políticos y, sin embargo, no tenemos Estado, ni siquiera gobierno (herencia de la derecha) ya que: en las cárceles mandan los presos, no sus víctimas; en las calles mandan los vendedores de pornografía infantil, no los peatones; en la colonia manda el vigilante privado, no el vecino; en las carreteras mandan los buseros, no los usuarios; en el mercado mandan las mercancías, no los compradores… y todo eso no es signo de un Estado fallido, sino de un Estado no nacido.
A la democracia sin política revolucionaria le interesan las relaciones de dominación –no las relaciones sociales- en el sentido de la probabilidad de hallar obediencia acrítica a un mandato –cualquiera que sea- de determinado contenido entre personas reales, sobre la base de cuadros administrativos y no de liderazgos. Siendo así, el vínculo que une –en cuanto obediencia ciega- al administrativo con la base social, no es un programa de nación, sino que un inmediatista plan de gobierno y la publicidad (por eso se gastan millones en ella) y eso provoca que la relación política no sea entre ciudadanos y mandatarios, sino entre súbditos y señores, lo que tiene diferente motivación, tradición, afecto, idealismo o –lo común- intereses materiales.
Esa motivación no representa –per se- los fundamentos en que la dominación confía, debido a que ésta se halla en otro factor al que todos los tipos de dominación aspiran: la legitimidad (adulterada como agria gobernabilidad) que permite que la dominación sea practicada como tal y mantenida en tanto tal. Pero, la dominación como relación social entre súbditos y señores lleva a la impunidad (el cemento de la sociedad) de ahí que el político sea “gallina que come huevos, aunque le quemen el pico”.
Ahora bien, el motivo fundamental del reconocimiento de la dominación no es, por supuesto, la legitimidad (ni la gobernabilidad) pero, enunciarla la hace válida en las encuestas, al tiempo que fortalece la existencia burocrática determinando la naturaleza del medio de dominación.
El sujeto sometido a la dominación –el hombre cotidiano- no tiene necesidad de integrar el contenido del mandato a su código personal, por eso sólo obedece formalmente sin dar juicios de valor sobre dicho contenido. En ese tipo de dominación destaca: a) un gobierno de la hegemonía de la minoría con un discurso para las mayorías, para vender la existencia de un cuadro administrativo imprescindible (el líder formal); b) los gobernados como masa apática o visceralmente contestataria, ambas provocan el mismo efecto; c) la manifestación expresa del gobierno de dominar a los gobernados con el manual de los donantes, internos y externos; y d) la evidencia de la aceptación subjetiva de los gobernados de someterse a su dominio, y de ahí la relevancia de las encuestas de opinión. Pese a todo, yo creo que aún estamos a tiempo de enmendar las cosas, porque la moralidad de los mártires y las víctimas siempre se impone… debe imponerse.

Gallina que come huevos… (3) | 19 de Mayo de 2010 | DiarioCoLatino.com - Más de un Siglo de Credibilidad

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