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2010/04/10

LPG-Una reforma educativa que transforme

A inicios de los setenta del recién pasado siglo, muchas voces se alzaron para oponerse a la reforma educativa propugnada por un atípico ministro de Educación, que contemplaba entre otras medidas la diversificación del bachillerato y la clasificación de la educación en ciclos. Pensada para circunstancias de bonanza y desarrollo capitalista, al final la oferta de bachilleres “técnicos” superó la demanda; lo contemplado como una posibilidad de movilidad económica y social terminó en espejismo, por la falta de oportunidades y los manejos amañados de los administradores de la cosa pública.

Escrito por Carlos H. Rivas.10 de Abril. Tomado de La Prensa Grafica.

Aun así, a la luz de la experiencia aquella reforma fue positiva, pues modernizó nuestro sistema educativo e intentó equipararlo a las corrientes pedagógicas avanzadas de aquella época. ¡De aquella época! Desde entonces nuestro sistema educativo, más que evolucionar, ha sufrido tímidas e insuficientes transformaciones.

Cuarenta años después de aquel último esfuerzo serio en materia educativa, el gobierno actual, a través del Ministerio de Educación, ha propuesto una reforma educativa integral, basada en necesidades, circunstancias y avances sociales y tecnológicos del momento que vivimos, y con una perspectiva meridiana del futuro que los salvadoreños queremos. Aún así, hay quienes satanizan o cubanizan la reforma.

La verdad: la nueva reforma pedagógica se da en un marco especial para nuestra nación, en momentos que es impostergable un cambio en la política educativa, y en el cual todos los salvadoreños tenemos la oportunidad de ser protagonistas de primer orden por la creación y gestión del Consejo Nacional de Educación, organismo “permanente, técnico y especializado, de carácter consultivo y propositivo para el Ministerio de Educación”, formado por personalidades de diversos sectores, ideologías y creencias.

Mi modesta persona aceptó la invitación del MINED para formar parte del ente consultivo, considerando que los cristianos debemos ser sujetos activos en la formación y orientación de nuestros semejantes para el disfrute de la vida propia y el respeto a la de los demás.

En ese sentido, comparto la aspiración de crear una nueva escuela, en donde la formación académica se combine con una formación vital, en relación con el mundo que nos rodea y a la altura de los nuevos tiempos. Una educación que rediseñe el aula de estudio trascendiendo –como lo contempla el Plan Nacional de Desarrollo Educativo 2009-2014 del MINED– de las materias a las disciplinas, del maestro al grupo docente, del contexto de la clase al de la vida, de la lección a la investigación, del libro de texto a la biblioteca de trabajo, de la pedagogía del manual a la alternativa, y del aula aislada a la integrada.

Esa entidad del Estado tiene también un importantísimo papel que desempeñar en el combate de la violencia y el crimen organizado que la reforma educativa debe contemplar; y será mejor y más fructífero si incorpora en sus planes de reforma a las iglesias para una mejor y mayor efectividad en su gestión educativa, uno de cuyos objetivos es la formación de valores que contribuyan a crear una sociedad más tolerante, justa y libre, donde las criaturas de Dios podamos vivir en paz.

En la construcción de la nueva educación estamos comprometidos todos: gobierno, docentes, administradores escolares, padres de familia y educandos; lo cual nos convierte a los salvadoreños, como realmente debería ser, en una sola familia interesada y dispuesta a emprender los esfuerzos y gozar los beneficios de una sólida educación humanista y cristiana para nuestros hijos, que sin prejuicios, marginación ni imposiciones nos haga mejores hombres y mujeres.

Una reforma educativa que transforme

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