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2010/04/14

LPG-Sin salud ni privacidad

La falta de camillas en el hospital ha llevado a tomar medidas emergentes e internar hombres en servicios femeninos.

Escrito por Loida Martínez Avelar.14 de Abril. Tomado de La Prensa Grafica.

 

A las tareas de inyectar, efectuar curaciones, administrar analgésicos y llevar a sus pacientes a que les realicen sus exámenes de rayos X se les ha sumado otra actividad para las enfermeras del servicio de segundo cirugía mujeres del Hospital Rosales: cuidar la privacidad de las 19 mujeres y tres hombres ingresados. Todos pacientes.

La falta de camillas –además del espacio físico ya complicado y la falta de enfermeras y médicos para que atiendan– es la causa de que hoy mujeres y hombres estén juntos en el hospital especializado más importante del país.

La medida ha ocasionado malestar entre los ingresados y doble trabajo para las enfermeras.

Velar por que se respete el espacio de ambos géneros y que no concluyan en acciones de morbosidad no es fácil.

“Ahora han tomado el acuerdo de ir a ingresar a los pacientes donde haya espacio. Se irrespeta el género del servicio y las especialidades. Es un caos el hospital porque así como faltan insumos, falta espacio y no hay soluciones”, resumió la jefa de enfermería de uno de los servicios que solicitó reserva de nombre.

La profesional siente que la medida riñe con las bases éticas establecidas en los reglamentos de seguridad sanitaria.

Tres sábanas amarradas en dos bases de hierro improvisan una división en el fondo del pasillo del servicio de segundo cirugía albergado en la estructura de láminas del Rosales.

Tres hombres –uno operado del apéndice, otro amputado de un pie y el tercero intervenido por problemas del colon– están tras la curtida división. Cuando quieren ir al baño deben esperar a que una enfermera les dé el aval. Previamente, las “señoritas” –como les llaman a las que están vestidas de blanco– verifican si no hay ninguna paciente utilizando uno de los dos retretes o duchas.

“Molesta, pero hay que someterse a la ‘privacidad’ para que no se enojen las mujeres. Por eso nos han tapado para que no las veamos ni ellas nos vean”, explicó Jesús Salguero, un chalateco de 56 años, quien fue operado el lunes por apendicitis.

El artículo 35 del Reglamento General sobre Seguridad e Higiene en Centros de Trabajo, aplicable al Hospital Rosales, dicta que todo lugar deberá estar provisto de sanitarios para mujeres separados de los de los hombres.

En el ancho cuarto de segundo cirugía no se cumple con el mandato. Los sanitarios están juntos y están siendo usados por hombres y mujeres. Es a media mañana cuando la situación se agudiza, durante las curaciones.

Las pacientes que están encamilladas —en su mayoría— han sufrido quemaduras en diversas partes del cuerpo. A las que tienen más de 20 días ingresadas no les parece adecuada la mezcla de pacientes. Los tres hombres les invaden el espacio hospitalario.

“Uno aguanta, porque de todos modos uno no está en lo propio. Pero ellos hacen ruido y despiden mal olor”, se quejó Susana Castillo, de 56 años, una señora morena que espera ser operada de un tumor en el estómago.

Por experiencias pasadas, dicen las enfermeras, la situación pude dar lugar a abusos sexuales y acosos. En la noche, solo una enfermera cuida a los 23 enfermos. El control de la situación es más complicado.

Al menos siete pacientes esperaban en emergencia a ser ubicados en un servicio del hospital que cuenta con 350 camillas.

En reiteradas ocasiones, el director del Rosales, Mauricio Centeno, ha dicho que uno de los problemas críticos es la falta de camas para ingresos.

Álcides Gómez, del sindicato de médicos, dice que la situación demuestra el colapso del centro médico y la mala gestión y administración de recursos. Jesús y Susana desconocen de reglamentos internos y la regla de separación de hombres y mujeres, notoria a lo largo de la historia. A ellos ni siquiera les comentaron que serían trasladados a un servicio que por obligación se ha convertido en un lugar mixto.

Sin salud ni privacidad

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