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2010/04/16

LPG-La policía ¿debe usar armas de guerra?

Recientemente, invitado por el PNUD, me reuní con distintas autoridades del gobierno de El Salvador y con especialistas en seguridad pública del país, para informarles sobre las experiencias de modernización de la policía en mi provincia, Río de Janeiro. Algunos medios de información divulgaron lo fundamental de mis ponencias, pero otros publicaron informaciones parciales, que vienen causando malos entendidos. Agradezco a este periódico la oportunidad de aclarar nuestra experiencia en Brasil.

Escrito por Antonio Rangel Bandeira.16 de Abril. Tomado de La Prensa Grafica.

 

Nunca afirmé que “la policía no puede usar armas de guerra en la ciudad”. Esclarecí que, en el pasado reciente, para enfrentar las armas de guerra de los narcotraficantes de Río, la policía distribuyó fusiles de guerra a sus hombres, que derivó en el aumento del número de muertos –principalmente de inocentes– en desvíos para los delincuentes de más de medio centenar de fusiles por parte de sectores corruptos de la policía, y a una escalada armamentista.

Lo que aprendimos fue que las armas de uso corriente de la policía, en las ciudades, deben ser pistolas y revólveres de munición “impactante”, y no “perforante”, que después de matar al bandido, alcanza también a inocentes.

Claro está que la policía debe siempre tener armas más poderosas que los delincuentes, pero esas armas deben estar restringidas a unidades especiales, altamente entrenadas y controladas, llamadas a intervenir puntualmente apenas cuando es necesario. Esa es la estrategia de las mejores policías del mundo.

Además, en esa ocasión informé que la tendencia mundial es usar cada vez más inteligencia policial y menos fuerza. La buena policía es la que no necesita matar, porque invierte más en investigación, y promueve los arrestos sin disparar un tiro. El objetivo de esa policía moderna y democrática, además, es la de inmovilizar al delincuente, y no matarlo, usando para eso armas de baja letalidad, equivocadamente denominadas de “no letales”.

Los policías que usan armas, y matan, deben explicaciones y necesitan de atención psicológica; los que arrestan sin matar, deben ser premiados. Claro que hay circunstancias en que hay que matar, pero como última alternativa.

Nuestra experiencia, y la de otros países exitosos, demostró que el combate a la criminalidad no es simplemente una “guerra”, sino que exige una política mucho más compleja, de investigación, prevención, uso progresivo y calificado de la fuerza, fiscalización de la policía por la comunidad, control externo, prohibición de la portación de armas por los civiles, apoyo de la comunidad y respeto a los derechos humanos de los ciudadanos y de los policías.

La experiencia internacional debe ser tomada en cuenta, para que no vengamos a repetir políticas equivocadas que se demostraron desastrosas.

Sin querer dar “lecciones” a los salvadoreños, cuya realidad conozco muy poco, mi modesta intención fue explicar los equívocos que la policía de Río cometió, con alto costo en vidas humanas.

Asimismo, compartí, con sus autoridades y con el público de El Salvador, a través de los medios de comunicación, la importancia que tuvo para nosotros la experiencia internacional, y cómo bajamos en 12% el número de homicidios por arma de fuego en el último año, mientras Sao Paulo bajó más de 70% en los últimos cinco años. ¿Cómo lo hicimos? Sustituyendo una política de “exterminio” por una estrategia moderna de investigación, control de armas y participación popular en la seguridad pública.

La policía ¿debe usar armas de guerra?

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