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2010/04/14

LPG-La crisis carcelaria es un problema estructural

El deterioro no es desde luego reciente: se trata de algo progresivo, que se ha dejado ir creciendo, hasta llegar a lo que ahora tenemos, que es una auténtica amenaza constante para la seguridad ciudadana.

Escrito por Editorial.14 de Abril. Tomado de La Prensa Grafica.

 

Como tantos otros que padecemos y sobre los cuales la institucionalidad parece preferir pasar de largo sin reconocer su verdadera naturaleza, el problema carcelario es en el país una cuestión de índole estructural, que se manifiesta en hechos concretos como el hacinamiento y la falta de una política de rehabilitación eficaz y sostenida, pero también en una especie de reiterada y desde luego perversa resignación institucional a que las cosas sigan como vienen estando, pese a que el sistema padece constantes quebrantos como consecuencia de ese mirar para otro lado cuando el compromiso apremia.

Las crisis carcelarias se repiten en forma periódica, aunque la verdadera crisis de fondo siempre está presente. Es claro, por ejemplo, que el esquema de custodia es inoperante. Es claro también que las condiciones internas resultan infrahumanas. Y viene a ser más claro aún que no hay una política estructurada al respecto. Debe comprenderse que atacar de raíz una problemática que por tanto tiempo ha estado ahí, sin adecuados tratamientos de ninguna índole, no puede ser cosa de “soplar y hacer botellas”; sin embargo, lo que se requiere y se demanda no es una fórmula mágica, sino un proyecto efectivo.

Como están las cosas, no se ven indicios claros de que la situación carcelaria vaya en vías de mejora. Se requerirían, de entrada, dos cosas, que parecen contradictorias pero que en realidad son complementarias: un régimen más estricto de disciplina y regulación internas, que tendría que ser alguna especie de militarización, unido a un esquema de trato humanizador, que descongestione espacios y dé oportunidades reales de superación para los reclusos. De continuar en las mismas, el desorden progresivo del sistema será imparable.

Cárceles fuera de control

Como pasa en lo que al fenómeno de la inseguridad en términos generales se refiere, en el caso de las cárceles toda la evidencia indica que la autoridad está a la defensiva, en tanto los grupos recluidos se hallan a la ofensiva. Acciones como las que en estos días han requerido decretar emergencia ya en 7 penales insurrectos lo demuestran a las claras. Independientemente de los puntos de razón que pudieran tener algunas demandas, los métodos de rebeldía para plantearlas son completamente inaceptables dentro de los mínimos disciplinarios que exige el sistema para funcionar en forma adecuada.

Es fundamental garantizar la disciplina, el orden y la estabilidad institucional en los centros penales. Para nadie es un secreto que dichos centros se han venido convirtiendo en casas de seguridad para el crimen, desde las cuales se envían las principales órdenes para que el delito se siga expandiendo. Se dice que hay un esfuerzo en marcha para blindar tecnológicamente las cárceles; pero hasta hoy no existe constancia cierta al respecto.

Sanear de manera verificable el sistema carcelario en su conjunto es tarea de verdadera urgencia, para que cumpla la función que la ley le encomienda. El deterioro no es desde luego reciente: se trata de algo progresivo, que se ha dejado ir creciendo, hasta llegar a lo que ahora tenemos, que es una auténtica amenaza constante para la seguridad ciudadana. Hay que superar cuanto antes, con políticas, medidas y hechos que funcionen, la sensación que circula en el ambiente: de impotencia institucional ya crónica.

La crisis carcelaria es un problema estructural

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