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2010/04/21

El Faro - “Es un dolor en el plexo solar. Un sentimiento angosto” - ElFaro.net El Primer Periódico Digital Latinoamericano

 En la madrugada del 23 de febrero de 1980, seis hombres saltaron al patio interior de la casa de Aronette de Zamora. Interrumpieron una fiesta. Llegaron con los rostros cubiertos, equipados con silenciadores y armas largas. Apartaron al esposo de Aronette y lo mataron a sangre fría. A ella le desviaron la columna con la culata de un fusil. Su hijo de ocho años lo vio todo. 30 años después, Aronette señala el muro y dice: “Ese muro brincaron”. Apunta al suelo y dice: “Ahí estaba yo”. Señala un cuarto y dice: “En este cuarto lo mataron”. En el piso de la ducha hay varios azulejos destruidos. Los mira y dice: “Esas son las tres balas que rebotaron en el piso”. Ahí quedó su esposo, muerto. Ella aún vive en la misma casa. Aparte de unas vértebras desviadas y una sinusitis aguda, el episodio le dejó a esta abogada un agujero en el plexo solar, una angustia viva, una herida abierta, abiertísima. “No se están reabriendo heridas. Usted abre algo que está cerrado. El dolor nunca ha desaparecido, porque son situaciones que marcaron la vida y además la cambiaron y la transformaron totalmente”.

Por Carlos Martínez y Mauro Arias. 21 de Abril. Tomado de El Faro.

Acaba de pasar el 24 de marzo, cuando se conmemora el homicidio de monseñor Romero y por primera vez El Salvador tiene un gobierno de izquierdas. ¿Ha sido diferente?
Pues sí, ha sido distinto, pero no suficiente.

No entiendo.
Porque ha sido un 24 de marzo en el cual el gobierno saluda al arzobispo, le rinde homenaje, le pide perdón, pero no es suficiente, porque cuando uno mira la actitud del gobierno y la actitud de aquellos que estuvieron en el gobierno anterior, hay cosas que no son suficientes. El presidente pide perdón y los representantes de Arena no se levantaron. Se ha pedido perdón porque es un gobierno supuestamente de izquierdas... ¡que viene de la oposición, digamos mejor!

Bueno, pero el presidente Funes pidió perdón por el homicidio de Romero y por las otras víctimas de la guerra. ¿El propio gesto del gobierno le hace sentir satisfecha?
Es una parte. Sólo una parte del proceso que se debería dar. Pero tampoco es suficiente porque no se ha establecido la verdad. ¿Quién lo mató? Tampoco se ha hecho una verdadera investigación para los miles de muertos que ha habido en el país.

Parte del argumento recurrente de quienes -como usted- son víctimas de la guerra, es que nadie les ha pedido perdón y que no se han individualizado los casos y que por lo tanto no hay a quien perdonar. ¿Usted ya perdonó?
He perdonado, sí. He perdonado pero en abstracto, porque no sé quién fue, quiénes mataron a Mario Zamora. ¿A quién le puedo yo ofrecer mi perdón y decirle: “Perico de los palotes, yo sé que usted cometió el crimen y lo perdono”? ¿Dónde está? Pero no solamente es el saber para perdonar, sino que en esto de la verdad debe verse que hay un cambio en la justicia. Después de 30 años, no estoy pensando en que se les pueda meter a la cárcel, no se trata de eso. Simple y sencillamente el conocer la realidad.

La opción de un castigo penal, ¿ya no le es atractiva?
Pues debería verlo porque los delitos contra los derechos humanos son imprescriptibles, nunca vencen. Y eso tendría que ir, una vez averiguado eso, a la administración de justicia y seguirse el procedimiento. Y en esa parte, en el país, no se quiere proceder.

Algunas personas dicen que ese proceso reabriría odios y heridas.
No se están reabriendo. Usted abre algo que está cerrado. ¿Ya? Si usted escucha el testimonio de las víctimas, la mayoría dice que nunca se han cerrado las heridas, que es algo que siempre ha estado abierto. El dolor nunca ha desaparecido, porque son situaciones que marcaron la vida y además la cambiaron y la transformaron totalmente.

¿Qué gana usted si un juez decide abrir estos casos?
Yo gano la verdad. Es intangible. Y me pueden preguntar, igual que Pilatos, “¿Y qué es la verdad?” Pues, la reconciliación. Que haya una verdadera reconciliación es importante. Es un proceso que no es lineal, que no va de acuerdo con la lógica. Para que la reconciliación se produzca debe haber establecimiento de la verdad, justicia y perdón, pero esto no tiene orden como una fórmula química. Esto es una cuestión que se puede dar en diferentes momentos. Usted me dice: “¿Ha perdonado?” Sí, estaría loca si no perdonara. Y la única que se estaría produciendo daño, si no perdono, soy yo. Porque los victimarios andan felices por la vida. No me ha sido fácil.

¿Y eso que queda dentro cómo se llama? ¿Se parece a qué? ¿A la ira? ¿A la frustración?
Es un dolor en el plexo solar. Es lo único que le puedo decir. Un sentimiento angosto que, físicamente, se siente justo acá (se presiona el pecho). Y es como sentir que algo se le comprime a uno por dentro. La gente dice: “Se me hace chiquito el corazón”, porque acá se siente. Simplemente es una desazón, como que algo me hace falta. Como está muy adentro, es muy difícil explicarlo en palabras.

Bueno... pero ya llegó "el cambio", Aronette.
Pero las leyes siguen siendo las mismas, iguales.

¿Por qué el gobierno debería enfrentarse con su pasado oscuro? ¿Qué ganamos?
Porque va a ganar estabilidad. ¿De dónde surge la violencia? Ese sentimiento que yo le decía, como una angustia, como sentirse apretado... y yo no sé de dónde viene... Si lo único que he aprendido es a reaccionar con la violencia, eso es lo que yo le enseño a los demás: la violencia. Tenemos que sanar. No ha habido oportunidad de contar cuantas veces sea necesaria mi historia. No que vengan y me digan: olvídese. Es una sociedad enferma.

¿Según usted la violencia actual está relacionada con la falta de transparencia de los crímenes cometidos en la guerra?

Tiene mucho que ver. Y no soy tan abusiva de decir que es la única causa. Las causas de la violencia son múltiples. Pero está relacionada con la guerra, donde se aprendió a solucionar las cosas con métodos violentos y a justificar la violencia. Eso es lo que hemos aprendido. Se habla de 80 mil víctimas... ¿Cuántos somos los afectados? No somos 80 mil. En mi caso, que es el de Mario Zamora, los afectados directamente fuimos tres. Pero él tiene nueve hermanos, y los papás, y ese entorno va sumando.

¿Qué le diría a alguien que está sentado en el banquillo de los acusados, y que ha reconocido que es el asesino de su esposo? Seguramente habrá pensado mil veces en qué cosas decirle.
Sí.

¿Y eso qué es?
Yo puedo hablar cómo yo he llegado a este estado. Habían pasado muchísimos años, como 20, hasta que un día me di cuenta de que lo que me estaba molestando es que yo no había tenido tiempo para llorar, porque tenía dos niños chiquititos. Tuve que irme del país porque en ese momento, si me quedaba, estaba en riesgo la vida de mis niños. Uno tenía cinco y el otro ocho años. Y yo decía: "Si a mí me pasa algo en este país, o le pasa algo a mis hijos, yo no me lo voy a perdonar nunca. Entonces agarré a mis hijos, mi mochilita y me fui y en el extranjero no había alguien que me dijera: “Venga mi niña linda para acá, esta es su casa...” Tuve que luchar para mantener a mis hijos y no fue fácil. Pasó el tiempo y me di cuenta de que no todo estaba bien.

¿Cómo se dio cuenta de eso?
Con el tiempo desarrollé una sinusitis que no tenía ninguna explicación, me tomaban radiografías, me daban esta medicina, me daban esta otra y cada vez era peor y peor. Hasta que una vez, hablando con una amiga que era sicóloga clínica, me invitó a que fuera a su consultorio; ahí comenzamos a platicar y lo que ella me explicó es que en la jerga de ellos le llaman a esto algo así como “lágrimas no derramadas”, entonces ella me preguntaba: "¿Has llorado la muerte de tu esposo?" ¡Si me sentaba a llorar, ¿cómo le hacía yo con los hijos?! Tenía que salir adelante y entonces fui entendiendo por esa ruta que eso era algo que a mí me estaba perjudicando muchísimo, entonces, de ahí vinieron otros pasos que para muchos quizá no tengan sentido o digan que estoy loca... pero para mí la solución y la posibilidad del perdón vino de la fe. Porque yo, además de que no había tenido tiempo para llorar, me peleé con Dios.

Claro, cómo no.
Yo decía: “Él está allá, ocupándose de sus asuntos y nosotros aquí nos damos duro”. Una vez que yo pude encontrarme con una asociación eclesial que trabajaba esta parte yo empecé a trabajar el perdón y ahí fue que yo pude ir saliendo. Yo he podido encontrar la paz, a través de la fe.

¿Y qué discurso tiene preparado para el día en que el asesino de su esposo confiese su delito?
Simple y sencillamente: “Yo lo perdono”.

¿En serio?
¿Y qué más le puedo decir?

A mí se me ocurre desde “hijo de puta” hasta un discurso un poquillo más elaborado.
Él tiene su conciencia, y yo creo en la trascendencia de la vida humana. Las cosas no van a regresar, no van a ser iguales, para comenzar nadie me puede devolver a Mario Zamora. No vamos a ser amigos con los asesinos, pero nos vamos a poder entender de una manera diferente y verlo al tipo a mí ya no me va a causar esos sentimientos de odio, de venganza. Además, en un país tan chiquitito yo no puedo vivir odiándome con mi vecino.

Mire, a mí me gustaría saber cómo eran esos días de la muerte de su esposo.
Es que eran días muy turbulentos en que mataban en tal lugar, asesinaban a un profesor, los cadáveres aparecían tirados en la madrugada en un montón de calles... en fin...

¿Eso en qué año?
Estamos hablando de finales de los 70s. Entonces había mucha represión, era el gobierno del general Romero y era terrible, se vivía un vértigo de violencia. Por ejemplo, nosotros teníamos seguidores siempre.

¿O sea guardaespaldas?
¡No, seguidores orejas, no guardaespaldas!

¡Aaaah!
Este árbol que está enfrente de mi casa no existía, y entonces los orejas se ubicaban en la calle, donde se apostaban y nos controlaban. Salíamos y ellos salían detrás nuestro. El teléfono estaba permanentemente intervenido. Mario había sido diputado, yo era colaboradora jurídica en la alcaldía de San Salvador y cuando llegó un gobierno del PCN la primera que recibió una carta de despido fui yo. Mario estaba ya en la Juventud Demócrata Cristiana y pasó a las altas estructuras del partido y cuando lo mataron era síndico de la Democracia Cristiana y la secretaría general estaba acéfala.

Pero él era procurador, ¿no?
Lo llaman para ser procurador en enero del 80. Estando ya en la Procuraduría había que convocar a una asamblea general para el nombramiento del secretario general del PDC. Pero también un punto que se pretendía llevar a esa asamblea general era si la Democracia Cristiana debía seguir en el gobierno o no, por esta situación de la que estábamos hablando, candente, que no cesaba la represión, y había una alianza con los militares. En esos día fue que salió en la televisión D'Aubuisson diciendo que Mario Zamora y otras gentes eran enlaces con las organizaciones...

¿Y qué podía haber de cierto en eso?
Pues no hay nada de cierto, porque yo he venido reflexionando y si eso hubiera sido cierto, para alguien Mario Zamora sería un héroe. Y ni para la Democracia Cristiana ni en ninguna de las asociaciones se le menciona. Falso. Toda esa construcción del señor D´Aubuisson es falsa.

¿Y eso ya se podía tomar como una amenaza de muerte?
Era una amenaza de muerte.

¿Les llegó por escrito, además?
No. Por teléfono sí recibió Mario.

¿Ver a D´Aubuisson en la televisión diciendo su nombre era una sentencia de muerte?
Sí.

¿Había pasado ya en otros casos, dónde él mencionaba nombres y...?
... Ya.

Es que yo me la imagino a usted como a mi esposa, diciéndome: “¡Salite de eso! ¡No dejés huérfano a nuestro hijo!” ¿Qué hacía usted?
Pues, eso.

Entonces alguna vez le dijo a él: "¡Mario, salite!"
Sí. Pero el planteamiento de él fue: ¡Qué vergüenza, la Democracia Cristiana vinculada con los milicos! O sea que salirse era salirse del gobierno. Otro punto fue: ¡Aquí ya no podemos vivir! ¡Vámonos!

¿Y él que decía?
Él estuvo de acuerdo, pero también era un hombre de partido. Él creía en la Democracia Cristiana. Él era un hombre que creció influenciado por el Concilio Vaticano II, que fue la revolución para todos nosotros cuando estábamos en la universidad. Entonces, el PDC representaba la vía política donde los laicos encontrábamos la posibilidad del trabajo político.

¿A los cuántos días de haber sido señalado por D'Aubuisson mataron a su esposo?
Como a los 10 días.

¿Fue en esta casa?
Sí. No tengo otra casa donde vivir.

¿Se iría?
¿De acá? Ya no.

Mire, ¿y a él lo vinieron a sacar delante de usted?
Sí, estábamos acá. Él estaba sentado acá, en el suelo. Era la madrugada, como a las 2 de la mañana. Pero a lo mejor estoy diciendo cosas en las que mi memoria ya me falla. Entonces, ellos entraron por este patio interno.

¿Saltaron el muro?
Sí. La casa ha tenido una reforma del lado externo. Entonces, ellos saltaron el muro, subieron al techo y bajaron por ese patio. Entraron por esa puerta y acá se pararon, y desde ese rellano nos amenazaron. Nos dijeron que nos tiráramos al suelo y cuando nos dieran un puntapié nos indentificáramos. Pero cuando Mario estaba sentado acá, pues, casi de inmediato lo levantaron y se lo llevaron para dentro.

¿Cuántos eran?
Seis.

¿Y eran militares?
Estaban vestidos de oscuro, con gorros pasamontañas y portaban armas con silenciadores. Creo que deben haber tenido armas largas porque, cuando terminaron su encargo de matarlo -porque a él lo ejecutaron en la parte interna de la casa- vinieron y pidieron las llaves de la casa. Pero yo no se las di. Entonces, como me había tirado al suelo, me golpearon en la espalda y tiene que haber sido con la culata. Yo, a partir de eso, tengo una desviación en la columna.

¿Y los niños dónde estaban?
Solo tenía un niño ese día porque al otro, de cinco años, no lo pude ir a recoger... había ido a visitar a mi mamá y le dije que me lo cuidara porque el tiempo no me había alcanzado y estaba ese compromiso acá en la casa esa noche. Entonces, Mario hijo estaba acostado en su cuarto y a él lo trajeron para la sala.

¿Cuántos años tenía?
Ocho.

¿Y él no lloraba?
No. Se quedó como congelado, asustado, porque a él lo fueron a levantar con violencia de la cama y lo trajeron para acá. Lo coloqué debajo de mi cuerpo y él dice que recuerda los golpes que a mí me dieron, que sentía los golpes de mi caja toráxica.

¿Qué hicieron después?
Es que ese día acá había una fiesta, entonces los que ya se estaban despidiendo, que los agarró acá el escuadrón de la muerte, pues esos acá nos quedamos y era gente del PDC. Se queda uno desconcertado. La primera reacción fue: “Se llevaron a Mario, lo secuestraron”. Y por eso es que yo me negaba a darles las llaves, porque yo decía que si les daba las llaves era bien fácil que se lo llevaran. La cosa es que como yo vi que agarraron para dentro de la casa, ahí lo encontré tirado en un charco de sangre. Entonces, como no quería que mi hijo viera el espectáculo, cerré la puerta, dejé a la gente acá y me fui donde mi vecino, que era su hermano Rubén Zamora y les dije: “¡Acaban de matar a Mario, ténganme aquí al niño, para que no vea así a su papá!” Me regresé y hablamos a Medicina Legal, etcétera, etcétera...

¿Nunca se investigó nada?
Autor intelectual, que incitó con su verbo fue Roberto d'Aubuisson. Eso está más que probado. Si hubo otros que lo planearon, eso no lo sé. ¿Quiénes fueron los autores materiales? Tampoco lo sé. La Comisión de la Verdad arribó a la conclusión de que había sido un grupo de miembros de las fuerzas de seguridad los que habían actuado. Yo soy abogada y conozco de la estructura jerárquica de un poder: el Órgano Judicial es un poder jerárquico. La Fuerza Armada es todavía más vertical, porque usted no puede hacer aquello que su jefe le ha prohibido, porque si no, se atiene a las consecuencias. Entonces no se podía actuar a escondidas de mi jefe, para proceder se necesita que mi jefe me diga: “Esta es la orden del día”. A lo mejor esa fuer la orden: “Estos tienen que morir”.

Esto es como un cuarto de los horrores. Supongo que el país querrá olvidar el cuarto donde están contenidas toda esta serie de anécdotas abyectas. Por eso será que hay gente con miedo de abrir de nuevo esa puerta y mirar lo que hay dentro. ¿No será que el susto es demasiado fuerte, que nos vamos de espaldas, como país, al abrirla?
¿Y cómo sana usted una herida? Está mal curada, hay que abrirla. Apesta. Hay que limpiarla.

El Ágora - “Es un dolor en el plexo solar. Un sentimiento angosto” - ElFaro.net El Primer Periódico Digital Latinoamericano

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