EDH-Viene el Plan Quinquenal con su escolta de ilusiones

 No hay atajos hacia la prosperidad, ni fórmulas milagrosas que corrijan en cuestión de meses o en cinco años, problemas ancestrales

Editorial. 07 de Abril. Tomado de El Diario de Hoy.

 

Meterse a futurólogo es siempre tarea ardua, más cuando se trata de predecir lo que vendrá de aquí en adelante. Y en su función futuróloga el gobierno anunció el lunes el lanzamiento de su Plan Quinquenal para consulta, armado intramuros, que comenzará a ser presentado ante diversos sectores, comenzando por el denominado Consejo Económico y Social, cuerpo que oye pero que hasta la fecha no ha dado consejos a persona alguna. No los ha dado porque nadie se los ha pedido y nadie se los pide porque no tiene ni cabeza ni cola.

Ninguna nación del Primer Mundo, que sepamos, articula su quehacer con base en planes quinquenales, introducidos en la Unión Soviética en la época de Lenín. Tampoco lo hacen los grandes conglomerados; como el hombre propone y Dios dispone, a lo más que podemos aspirar es a que alguno de los escenarios alternativos se aproxime a lo que luego ocurra en el mundo.

El Plan Quinquenal, para los próximos cuatro años, o tres, dependiendo del tiempo que tome presentarlo, discutirlo y luego imponerlo, establece prioridades, la primera de ellas, "la equidad" y el combate a la pobreza, seguido esto por el aumento del empleo, de la producción y de las inversiones. Se coloca la carreta frente a los bueyes, ya que es sumamente difícil repartir lo que no ha sido generado. Estaríamos como la lechera de la fábula de Esopo, que hilvanaba sueños hasta que su jarra de leche cayó al suelo.

No vamos a poner en duda lo excelente del plan, más conociendo las extraordinarias cualificaciones intelectuales, académicas y éticas de los miembros del gabinete de gobierno que lo han diseñado. Pero aun considerando la larga y distinguida trayectoria cívica y administrativa de sus autores, lo prudente habría sido consultar primero y luego formular, pues, de lo contrario, el plan o estará situado fuera de la realidad, o terminará remendado e irreconocible en todas sus partes.

No hay fórmulas milagrosas para ser prósperos

En la vida, dijo el emperador Marco Aurelio, hay que ser recto, no enderezado. Pero una enderezada se tendrá que dar para que medio funcione el plan. Comenzando con las alegres proyecciones sobre ingreso fiscal, financiamientos externos, capacidad de ejecución de parte del gobierno, imparcialidad en distribuir las ayudas, habilidades de las brigadas sociales y, encima de ello, la buena voluntad de una ya golpeada ciudadanía.

Cada plan tiene su momento y su posibilidad. Desde que se anunció la reforma fiscal señalamos que elevar los impuestos en medio de una crisis, o un bajón económico, no sólo no mejoraba la recaudación, sino que de manera invariable sucede lo contrario, aun cuando todas las partes tuvieran el deseo de colaborar. Cuando hay crisis las empresas están forzadas a recortar gastos, reducir personal y efectuar reingenierías para seguir adelante, al igual que las familias y las personas.

Adicionalmente, en el plan se descubre la falacia de creer que la pobreza es resultado de una mala distribución del ingreso, no de la baja productividad de los sectores al margen del trabajo organizado. Y esa baja productividad se corrige, poco a poco, alentando las inversiones y reduciendo presión sobre los productores.

No hay atajos hacia la prosperidad, ni fórmulas milagrosas que corrijan en cuestión de meses o en cinco años, problemas ancestrales. Si guías queremos, allí está la experiencia de países como Alemania y Corea del Sur.

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