Escrito por Ricardo Chacón.11 de Abril. Tomado de El Diario de Hoy.
Los encargados de la informática de instituciones o empresas, que suelen administrar la "llave" para el uso de la Internet, a menudo se rigen por dos criterios para abrir o cerrar el grifo: economía y seguridad.
La primera está relacionada con los costos (precio de la banda ancha, por ejemplo), pero también con las viejas ideas de "economías mal entendidas", por ejemplo, no dar acceso a Internet a los empleados porque estos pierden el tiempo "chateando"; los más radicales prefieren no utilizar la Internet en la empresa, excepto por el jefe y un par de ejecutivos, para que no se disparen los costos.
El otro criterio tiene que ver con cuestiones de seguridad motivadas por razones que van desde las moralistas (evitar que sea utilizada para ver pornografía), hasta las relacionadas con seguridad, para evitar toda posibilidad de contacto "con el exterior" de las empresas.
Sin duda los dos criterios son válidos y se deben de tener en cuenta para la toma de decisiones en el manejo de la Internet. Sin embargo, y este es mi interés al tomar el tema en este espacio, tales criterios son insuficientes, sobre todo porque los cambios en este rubro son en extremo acelerados, tocan todas las instancias de la vida social y, por si fuera poco, llegan cada vez más cerca al ciudadano común, a través de los "cacharros" electrónicos producto del desarrollo tecnológico.
Alguien podría decirme que esta circunstancia no afecta a la mayoría de salvadoreños, y a lo mejor tiene razón si nos referimos al ciudadano común y corriente que no posee ni Internet ni otros avances tecnológicos; sin embargo, la información que ahora se usa y difunde en las instituciones públicas o privadas está mediado por el desarrollo de la Internet.
Es más, dicho sea de paso, de no incorporar el mundo de la tecnología a los planes educativos, a la visión de educación que ahora se tiene, a mediano plazo tendremos analfabetas cibernéticos incapaces de entender y mucho menos de resolver los problemas de la sociedad y del país.
El avance de la Internet implica no sólo la transmisión de información sino también la creación de nuevas relaciones que nacen de igualmente nuevas realidades. Por ejemplo, el uso del teléfono celular ha modificado nuestras prácticas diarias. No se diga la Internet, que ahora llega a través de estos teléfonos, y nos permite por ejemplo "chatear" de manera permanente, enterarnos de las noticias locales y del mundo, en vivo y a través de nuevos reporteros, los testigos de los hechos que no sólo captan las imágenes a través del teléfono sino que también "suben" las imágenes a la Red.
Hay un cambio de cultura en marcha, el cual no sólo debemos entender sino también aprovechar al máximo para enriquecer el conocimiento y, sobre todo, para resolver los viejos problemas de nuestra sociedad como la pobreza y la exclusión.
Tal como decía esta semana un especialista en el tema, el español José Luis Orihuela, la nuevas realidades de la Internet se caracterizan por ser "personales" (tocan a la gente común y corriente en sus problemas, dificultades y necesidades); son conversaciones que se producen en las llamadas "redes sociales" (el contenido es la excusa de la conversación en el "chat", por ejemplo), son comunidades reales (aunque parezcan virtuales), participativas, no excluyentes de nadie; es una experiencia que tiene algo de caótico, móvil, breve y que apasiona.
Insisto: esta realidad la debemos conocer, la debemos entender y en particular la debemos usar. Lo que resulta lamentable es que a nuestras autoridades educativas les preocupan más zapatos y uniformes. ¡Qué pena!
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