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2010/04/17

EDH-Cicatrices en el alma

Escrito por José María Sifontes. 17 de Abril. Tomado de El Diario de Hoy.

El ataque a las Torres Gemelas en 2001 le dio mucha connotación a un padecimiento frecuente, pero hasta entonces poco conocido por el público general. Se trata del Trastorno por Estrés Postraumático, también llamado PTSD (que son sus siglas en inglés). El PTSD es una condición mental que incluye síntomas emocionales y cognitivos, que aparecen como consecuencia de experiencias traumáticas severas.

Se señala que estas experiencias traumáticas deben ser más intensas que lo que cabe esperar de las experiencias humanas normales. Accidentes graves, violaciones, secuestros, son ejemplos comunes, pues obviamente son vivencias que van más allá de lo que una persona espera que le ocurra. Pero ¿quién puede definir lo que se vuelve especialmente traumático para alguien? Las experiencias son personales, y lo que no ocasiona trauma en una persona puede ocasionarlo en otra.

Un elemento distintivo del PTSD es que con un mínimo estímulo la persona vuelve a experimentar lo que sufrió al momento del evento traumático. Es como si la situación volviera a repetirse (de hecho lo hace a nivel psíquico). Los sobrevivientes del 9/11 describían episodios de angustia intensa con sólo ver humo saliendo de alguna chimenea o gente corriendo por las calles. Cualquier cosa que se asocie, aún de forma inespecífica, con el trauma inicial produce el efecto.

En otras palabras la persona queda sensibilizada. Se experimentan también recuerdos persistentes, a veces obsesivos, del evento, y una tendencia a evitar situaciones que los provoquen. Ha escuchado usted el dicho "el que con leche se quema hasta la cuajada sopla". Yo no he encontrado una descripción más perfecta en los textos especializados.

El Salvador, con su grave problema de criminalidad, reúne las condiciones para que se produzcan muchos casos de PTSD. Víctimas o testigos de violencia son candidatos evidentes. Pero no sólo los que han presenciado un asesinato o les han amenazado la vida para robarles pueden padecerlo. Las víctimas de extorsión quedan sensibilizadas por largo tiempo, aun si las llamadas amenazantes han desaparecido. El simple sonar del teléfono o el escuchar en el auricular una voz desconocida, puede activar una respuesta de ansiedad severa.

Tampoco es esencial que la experiencia traumática provenga de accidentes o de la criminalidad, pueden también ser resultado de factores estresantes repetidos o de vivencias a la que la persona no está acostumbrada. Procesos administrativos inesperados o deudas pueden originar estrés prolongado y eventualmente producir el trastorno. A veces es la suma de problemas distintos pero que tienen consecuencias parecidas.

La elevada cantidad de sucesos trágicos de que nos enteramos casi a diario imperceptiblemente nos van sensibilizando y hacen posible que un factor que aisladamente no tendría mayores consecuencias, los tenga. Es como la gota que derrama el vaso.

La mejor medicina para el PTSD es el tiempo. El tiempo cura poco a poco las heridas y va cubriendo la experiencia traumática con experiencias positivas. El problema es que no siempre el tiempo tiene este efecto reparador. Sirve también mucho hablar de lo ocurrido, aunque puede ser doloroso al principio. Pero un dolor inicial evita dolores posteriores. A veces se vuelve necesario un tratamiento específico, especialmente cuando la gravedad de los síntomas lo impone.

El PTSD puede dejar secuelas que afecten la calidad de vida por largo tiempo. Algo sumamente importante es que las personas reconozcan que tienen un problema, pongan a un lado la idea de que son siempre autosuficientes y se dejen ayudar.

elsalvador.com :.: Cicatrices en el alma

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