2009/07/06

Situación de Honduras debe tratarse racionalmente

Con lo ocurrido ayer se reafirma aún más claramente que la solución sostenible de este problema tan enmarañado no puede ser mecánica, como lo señalamos desde un principio.

Escrito por Editorial. Lunes 06 julio 2009. Publicado en La Prensa Grafica.

Los acontecimientos en Honduras vienen precipitándose desde bastante antes de que estallara la crisis el 28 de junio. Tanto el presidente Zelaya como los otros entes institucionales hondureños jalaron la pita hasta que se reventó. Consumada la expulsión violenta del presidente, con lo cual se rompió el orden constitucional, se abrió la fase internacional, y de inmediato se dio la condena unánime al recurso golpista. La OEA, en franca unanimidad, dio un primer plazo para restaurar la normalidad constitucional, y al vencerse suspendió a Honduras. Un poco antes, el Gobierno que surgiera de la sustitución que hizo el Congreso hondureño, se retiró del organismo regional; pero éste declaró que, al ser un Gobierno no reconocido, carecía de autoridad para tomar la medida del retiro. A su vez, Zelaya había anunciado su regreso a Honduras, lo que trató de hacer infructuosamente, como se anticipaba, ayer domingo por la tarde. Hubo violencia y sangre.

Con lo ocurrido ayer se reafirma aún más claramente que la solución sostenible de este problema tan enmarañado no puede ser mecánica, como lo señalamos desde un principio. Y en esto han fallado tanto los actores hondureños como los actores internacionales. Son muy importantes las declaraciones de principio, como la de la OEA, pues la defensa de la democracia deber ser indeclinable; pero les hechos están ahí, y si no se les trata como son, los que acaban sufriendo las consecuencias son los principios y los pueblos.

Los gestos apresurados siempre resultan contraproducentes. Lo conducente y producente es que haya un tratamiento racional de los problemas, y más cuando se presenta uno como este, en el que hay tantas cosas trascendentales en juego.

La democracia debe prevalecer

La crisis política e institucional de Honduras tomó a casi todo el mundo por sorpresa. Dado que ha habido una serie de crisis en distintos países en años recientes, sin que se llegara a estos extremos, ni siquiera en Venezuela en 2002, parecía que situaciones como la actual ya no se darían en nuestra región latinoamericana.

Pero se dio, y ahora no solo hay una situación condenable en muchos sentidos, sino sobre todo está el imperativo de superar, por medio de una solución que sea satisfactoria y efectiva, lo que por hoy se manifiesta como un nudo de contradicciones y peligros. Se requerirá mucha madurez y mucha sensatez por parte de todos, tanto en el plano nacional de Honduras como en el plano de las organizaciones internacionales y de los gobiernos de distintos países.

Esta es una prueba muy delicada para la diplomacia, en un contexto altamente contaminado por múltiples tensiones e intereses.

Todos, en nuestros respectivos ámbitos de acción, debemos trabajar para que la democracia prevalezca. En nuestra América hay un ejercicio democratizador en marcha, y eso es lo primero que habría que asegurar.

Los obstáculos y los desafíos están a la vista –estos acontecimientos de Honduras lo dramatizan al máximo–, y no es hora para gestos histriónicos ni para histerismos contraproducentes. Debe imponerse la razón, que está en la raíz de la lógica democrática. Es una coyuntura decisiva, que tiene que solventarse con voluntad de futuro y con sensatezinequívoca.

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