Jueces y árbitros cuidan que se cumplan las reglas

Al derrumbar el Orden de Derecho se aniquilan libertades fundamentales, se hace de la democracia una farsa para montar dictaduras y se hunde a los pueblos en la pobreza

Editorial de El Diario de Hoy. Lunes 13 de Julio de 2009.

La analogía es válida: el papel fundamental de los jueces es básicamente igual al de un árbitro: su misión es asegurarse de que las leyes se cumplan, no inventarlas o modificarlas a su antojo. El árbitro, se dice en un ensayo del New York Times, se ocupa de que un juego deportivo se ajuste con precisión a las reglas que lo definen. En ningún momento un árbitro va a aceptar que las reglas se cambien o se desconozcan a medio partido, pues al hacerlo se desnaturaliza el encuentro y se pone en ventaja a un equipo sobre otro, lo cual es una injusticia.
A diferencia de los árbitros, que basan sus decisiones en lo que ven y oyen, los jueces tienen que reflexionar, pensar las cosas a fondo y enmarcar sus fallos en la Constitución y por encima de ello, en la jurisprudencia de donde se derivan los principios y el espíritu que da forma al Orden de Derecho. Nuestras leyes y nuestra Constitución fueron decretadas por sucesivas legislaturas, pero se basan en tradiciones jurídicas y principios descubiertos y perfeccionados a lo largo de milenios. Fuera del desaguisado de la "función social de la propiedad", nadie se inventó nada.

En el ensayo a que hacemos referencia se reconoce que es imposible que un magistrado o un juez no tenga inclinaciones ideológicas, fobias personales o prejuicios, lo que en alguna medida va a influir sobre su pensamiento y sus decisiones. Lo importante, y eso es lo que debe prevalecer al nombrar jueces o elegir magistrados, es que sepan anteponer a sus querencias o militancias, la buena aplicación de principios jurídicos. "Amo a Sócrates pero amo más a la justicia".

Se oponen al Derecho e intentan destruirlo

Esa actitud, la de privilegiar la verdad, lo lógico, lo moral, lo sensato y lo honesto sobre las apetencias e inclusive sobre una devoción, es igual a admitir y dar pleno peso al rigor científico y a la irrefutabilidad de una demostración matemática sobre los deseos o ilusiones que se tengan. Los números no mienten, como tampoco mienten los mercados; mienten los que recopilan datos como mienten los que ignoran argumentos o destruyen evidencias.

Vamos a un tema muy importante para el país: parte del entrampamiento que hubo hasta la semana pasada para acordar la composición de la Sala de lo Constitucional de la Corte Suprema se deriva de un hecho: la desconfianza que pesa sobre los abogados que respalda la izquierda extrema en el país, de que antepongan sus inclinaciones ideológicas o su pasada militancia, sobre los principios fundamentales del Derecho. En los candidatos de militancia más notoria no sólo hay duda de que se ciñan en sus resoluciones a la Constitución y sobre todo a la jurisprudencia, sino que hagan lo posible por destruirla. Se teme que se esfuercen por suplantar lo que se tiene y que compartimos con las grandes democracias, por los aberrantes esquemas impuestos en Cuba, Corea del Norte y Venezuela.

De hecho hay una larguísima tradición de descalificar desde nuestra Constitución hasta el Derecho Romano como creaciones burguesas destinadas a "perpetuar la explotación". No se puede ignorar que al derrumbar el Orden de Derecho se aniquilan libertades fundamentales, se hace de la democracia una farsa para montar dictaduras y se hunde a los pueblos en la pobreza y la servidumbre.